¡SILENCIO, MULTITUD!
Jaime Alberto Pineda*
“¿Me contradigo? Claro que me contradigo, dentro de mi hay multitudes”.
Fernando Pessoa, marzo 8 de 1914
Asistimos a un tiempo en el que se hace urgente interrumpir la lectura y dejar de escri bir. Avocados a este doble movimiento, el oficio del filósofo se devela hoy en las itine rancias del silencio y el ocultamiento.
Lejos del ágora, distante de la vida pública, el leve susurro del filósofo se desvanece en la más

absoluta carencia, en la más desgarradora escasez. En un espacio sin alteridades el filósofo vaga como un loco con un farol encendido en pleno día… Sus palabras y sus escrituras causan extrañeza y grandes risotadas. Ora cómico, ora trágico, el filósofo vaga sin descanso entre una multitud de voces que parecen in sistir que quien debe morir junto a Dios y el Hombre, es el Filósofo, el más terrible de todos los huéspedes. En otro-tiempo, en otra-parte, inquietante y al asecho este huésped de mirada sospechosa y temible enun ciación cedió su lugar al viejo y cansado hábito del rey Sísifo.
Con oportunidad de convertir la tragedia en un ab surdo, el filósofo recuerda a un calmo personaje, que entre ficciones y cansancios, augura su propio funeral y su radical agotamiento: ¿Qué espera el filósofo de sí mismo? ¿Acaso una nueva máscara en medio de este theatrum philosophicum? Saltarín, danzante ante nosotros,entre nosotros. Foucault decía el pensamiento es intensivo –intesti no– agónico y vital. Pensar es desolar, arrasar, todo lo que ya sabemos. El filósofo, que en el delirio acepta la vecindad del bufón y del poeta, dice, con la voz de Nietzsche: “Tú, que contemplaste al hombre tanto como Dios y como cordero- para despedazar a Dios en el hombre como a la oveja en el hombre y reír despedazando…”. Y después de esta voz, terrible huésped, ¿qué te queda por decir? Sólo bufón, sólo poeta, ¿qué pretendes, amigo-pretendiente, amigo-desterrado, ante la solicitud de un último silencio y un reno vado ocultamiento? En un momento en que la filosofía se desdobla hacia el afuera, sólo cabe replicar aquella afirmación de Heidegger, asistimos a un tiempo que da que pensar, lo preocupante es que no pensamos. ¿Existe un tiempo para la filosofía?, ¿un tiempo en el que el filósofo se preocupe por pensar ante la ausencia del pensar mismo? Esta misma pregunta, que emerge de un filósofo, farol en mediodía, absurdo entre tragedias, bufón y aun poeta, resuena en la pregunta por la escritura filosófica. Filósofo-escritor, pensaba Nietzsche: ¿ué es hoy la escritura filosófica?, ¿tiene necesidad hoy el filósofo de escribir, de hablar, de pensar? Valdría la pena decir que asistimos a un tiempo en que la escritura como la palabra se torna imposible. Pero, ¿para quién esta imposibilidad? ¿Desde dónde una escritura-imposible? Tan placentera es la escritura para el filósofo que de sus tenues movimientos brota una experiencia radical del lenguaje.

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