Los anhelos más significativos de una comunidad son su carácter, su forma de afrontar y hacerse a la vida. Una vida que en nuestro caso se dirige hacia las ciencias humanas, una inclinación irrevocable, como una extensión de nuestro espíritu, como una manifestación de nuestra conciencia, como un hábito de la existencia personal de quienes la divulgamos y la conservamos. Una comunidad con memoria, con imaginación, con creatividad, llena de futuros y jóvenes éxitos necesita ser escuchada y necesita escuchar los ecos académicos constructores de pensamiento e identidad.
Somos una comunidad de estudiantes de filosofía, literatura e historia que se ve el mun do de manera particular: maravillados y encantadosde entregar todo esfuerzo y sacrifi cio. Así somos, reservados y taciturnos escondemos en nuestra paciencia la insondable virtud del pensamiento. Perseguir el sempiterno anhelo de conocer, insaciables y acti vos, nuestra ciencia se nos escapa gota a gota, palabra a palabra, y gustosamente la derra mamos en versos para la literatura y la poesía. Porque, como lo dijo alguna vez Cicerón, pensar es vivir dos veces. Así somos y no de otra manera, no por capricho, ni por coraje, por que lo decidimos, porque esa elección es reflejo de nuestro ser, nuestro mundo. Aquí, en esta facultad, hay algunos literarios, otros filosóficos, poéticos, dramáticos, trágicos, cómicos, positivos, escolásticos, hermenéuticos, pero, en definitiva, todos estudiantes.
En ser estudiantes está el volcarnos a la investigación, a la interpretación, al desarrollo de las ideas, a la enunciación del pensamiento. Comprendemos que la filosofía y las letras se hacen en la medida en que son expresadas, sin el afán del protagonismo, con la con ciencia del cambio, de la voluntad que nos lleva a pensar para decidir y servir. Nuestras palabras son, por lo tanto, constructos de una comunidad que se abre a los demás sin más interés que elevarse a sí misma a mejores horizontes.
Vivimos en la palabra como una necesidad intrínseca de expresión del pensamiento, y en todo orden y momento ella convalida nuestros actos y nuestras ideas. La creación de esta revista, más que un homenaje, es un acto de justicia con las intenciones, deseos y necesidades de esta comunidad.
Nos verán en las letras, verán nuestro siempre intentar ser. Ser “reyes filósofos”, ser siem pre en la aspiración de alcanzar la idea perfecta, la más prolija, la idea original. Aquí, en este círculo interminable, en esta tarea de Sísifo que nos encomendaron, encontramos el sentido del mundo. Desde aquí lo entendemos, lo complementamos, nos abrimos a él, como abriéndonos a los otros, nos escuchamos, nos miramos, nos pensamos.
Alimentamos el camino del no saber al saber, del paso de la necedad de la existencia sin sentido a la gloria del existir reflexivo, del aquí y el ahora, formulamos preguntas por no saber, como Sócrates, quién enseña que por la pregunta se llega al nacimiento de la idea. Preguntar es dar un paso desde el reconocimiento del no saber al saber. Este espacio académico de estudiantes para estudiantes, es un aporte a la formación de todas y todos nuestros compañeros para que participen en la edificación de ese puente entre el no saber y el saber.
¿Cómo denominar esta naciente idea de tal forma que llene de inquietud y entusiasmo a cuantos la construyan y la conformen?: Nescio. El nombre nació de la ansiedad por nombrar lo que parecía no tener nombre. Algo que sonora o gráficamente represente un propósito, una actividad, un ejercicio de nuestra ciencia, una forma de expresarla que a la luz de todos los ojos tenga sentido. Nescio nació del profundo convencimiento de nuestra labor y la insondable dinámica a la que nos convoca.
Hoy en día, “necio” significa tonto, falto de todo sentido. Sin embargo, esta palabra vie ne del latínnescio, que se compone de nec y scio, y significan “no” y “sé” respectivamente; de modo que etimológicamente nescio significa “no saber”, “des-conocer”, “i-gnorar”. La partícula scio es un radical que hace presencia en palabras como ciencia (scientia), hasta hace muy poco se escribíaconsciencia —pero en la actualidad se escribe concien cia— no obstante, todavía se escribe inconsciente, donde perdura el morfema sc del verbo latino scio. Hagamos un pequeño viaje en el tiempo, y observemos un bello pasaje que se encuentra en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, del siglo XVIII, donde se registra la entrada para la palabra científico, escrita con el morfema sc del que hacemos mención:

Ahora revisemos el primer componente: la partícula ne- es un adverbio de negación y su forma completa es nec. Esta palabra todavía pervive en francés: ne, non. En la palabra nescio, nec- funciona como prefijo y es sinónimo de morfemas prefijos como i-, a-, de-, los que están presentes en las palabras i-rracional, a-normal, de-capitar, respectivamente. En este último caso, de- tiene variaciones (alomorfos), por eso vemos el prefijo des-, en des-coser, des-orden, des-montar, con el mismo significado del morfema prefijo de-; con este fin se puede comparar el significado que aportan los mencionados prefijos a las palabras de-capitular y de-presión, por un lado, y des-tronar y des-creer, por otro lado.
Existe una historia muy bonita con el prefijo nec-: para los latinos era indispensable alcanzar un estado de contemplación, esto es, de inactividad para poder dedicarse a filosofar, a este estado lo llamaron otium, que en español actual pervive en la forma ocio, con un vago sentido de su significación original. La inactividad latina que está presente en otium se traduce hoy por locha, es decir, vagabundería (que haciendo un paréntesis no está nada mal, pues recordemos que vagar es sinónimo de errancia, la forma aristotélica de conversar filosóficamente, por eso se les reconoce como peripathétikos). Nec-otium quiere decir dejar el ocio, o sea, la negación del filosofar para dedicarse a la actividad, a la productividad, éste es el origen de la palabra negocio (nec-otium)1. En consecuencia, somos nescios y vagabundos en el trasegar doloroso de reconocerse en el “sólo sé que nada sé”.
El encanto de las intenciones, la abundancia de razones y la búsqueda de un sentido condujo a los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Salle a bautizar su revista con el nombre Nescio. Lo hacemos como un reflejo del mundo infinito del filosofar, de buscar el camino a la sabiduría, como un intento por salir del surco de la ignorancia, del no saber al saber, de la pregunta a la respuesta y viceversa, del ser reflexivos, inquietos, dispuestos a reconocer.
Participemos con nuestra nescedad, con nuestro no-sé, con aportes que involucren la investigación para poder constituir el estamos aprendiendo, y ojalá el sí sabemos. No se sabe todo, no se aprende todo, sólo se tiene la certeza que hay una infinidad de posibilidades por conocer, por aprender, con la convicción, aún mayor, de la inmensidad del no saber.
Comité Editorial
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