Dios, de existir, sería un ser que, estrictamente, no tendría género (es decir, no tendría ni cromosomas XX ni XY, ni existirían otros seres de su especie con quien comparar su género). El pronombre que se utiliza para designar a Dios es masculino, lo que es un uso tan inadecuado como el pronombre femenino. ¿Qué diferencia haría el que, en la cultura y en la teología, se designara a Dios con el pronombre femenino? ¿Pensaríamos de manera distinta la trascendencia? ¿Pensaríamos de manera distinta la ética, el problema de la vida después de la muerte?
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